24 agosto 2006

Dia 13 Paganico - Paganico - Km (3980)


Todo lo hacen ellos. Desde las tartas y galletas del desayuno hasta toda la pasta que allí se sirve… y como Domenico me veía delgado, pues a zampar y disfrutar de la rica gastronomía italo-toscana. Fue un paron altamente energético, para reponer fuerzas y relajante a la vez.

Como lo que quería era compartir mis primeras experiencias del viaje con mi amigo, y el no podía dejar sus responsabilidades culinarias, me pasé los dos días en la cocina junto a él. Aprendiendo recetas, probando y degustando todo lo que me ofrecían, pero también ayudando. Recordé mis veranos en el Trébol. Allí también hay buenos currantes y sobre todo buena gente.

Por la noche poco pude disfrutar de las estrellas, solo de la vista de los relámpagos y la tormenta que se acercaba. Decidí quedarme otro día con ellos, y entonces a la noche siguiente el cuñado de Domenico saco la escopeta y dijo a cazar!! Todo estaba humedo de la tormenta de la noche anterior, y se ve que así salían los jabalíes. Con los faros del todo terreno solo vimos algunos ciervos, pero no les quisieron disparar. Los jabalíes se salvaron pero la excursión nocturna fue divertida.

En el agroturismo también había gran cantidad de animales. El burro era mayor, tenía cara tristona, pero simpatica a la vez. Un potrillo casi recien nacido daba sus primeros pasos bajo la mirada de su madre. Criaban caballos y algunos saltaban y corrian sin parar al soltarles por el prado.

Además me gustó la forma de ser de la gente que allí estaba pasando unos días. Había muchas parejas italianas, de todas las partes del país. Pero se relacionaban entre ellas. Desayunaban y cenaban todos juntos. Eran como un buen grupo de amigos, pero en realidad se acababan de conocer. Yo también compartí con ellos algunos momentos. Gente muy maja. Durante esos días fui con Eduardo, el sobrino, a conocer los alrededores. Subimos a lo alto de un monte donde había un monasterio, desde el que disfruté de unas vistas toscazas increíbles. Viñedos, tierras de diferentes tonos, agricultura ordenada y unas nubes de cuadro renacentista.

Después a la cocina de nuevo. A probar cosas nuevas y reir de nuevo. Y de postre me escape a Grosseto con Domenico a por el helado. El mejor que he probado nunca. Además el heladero era amigo de Domenico y nos enseño la trastienda de la heladería y como elaboraba sus deliciosos sabores.

En mi ultima cena allí disfrute de uno de los mejores vinos de la región el “Montalcino”, un vino delicioso para acompañar la estupenda gastronomía toscana.

Gracias Domenico por darme esas fuerzas, que ya flaqueaban, para acabar mi viaje. Gracias por abrirme la casa de tu familia y esas risas en la cocina. Hasta pronto.